Crítica
Público recomendado: todos
Félix (Santiago Segura) y Óscar (Leo Harlem) son dos padres cincuentones separados de sus respectivas parejas, recién despedidos de sus trabajos y que se ven obligados a hacerse cargo de sus hijos nada más ser contratados como animadores de niños en un hotel de lujo de la playa.
Santiago Segura vuelve a la dirección y al guion-de la mano de María González de la Vega, con quien escribe la historia- y con quien también comparte papel, pues ella interpreta a la odiosa gerente del hotel de lujo que les hará la vida imposible a la pareja de pobres padres metidos a animadores infantiles. Historia familiar entretenida, fresca, nostálgica, llena de giros cómicos que logrará arrancar más de una risa.
Leo Harlem tiene momentos muy conseguidos y “como es tan divertido”, se le perdona lo demás, que tampoco es para tanto; por su lado, Santiago Segura es un buen contrapunto, aunque en su lado lastimero y llorón resulta un poco más cargante. Los niños, con los tres protagonistas a la cabeza, funcionan muy bien, tienen frescura, son espontáneos y más que convincentes.
Salvo algunos momentos más previsibles o con falta de ritmo, la película se deja ver con agrado y resulta divertida. Una pena que, en el cine familiar, la familia de toda la vida -esa de padre, madre e hijos- ya no se deja ver por la pantalla grande ni por asomo. Es cierto que las separaciones están a la orden del día y más de la mitad de los matrimonios acaban en ruptura, pero vaya, hay otro porcentaje que aguanta, aunque ya no parece digno de las sagas familiares.
Y es que, como afirma Félix, si las cosas van maravillosamente bien al principio de una película -como le ocurre al personaje de Santiago Segura y su mujer (Patricia Conde)- es porque es de terror. Pero claro, la ficción necesita giros y todo se tuerce: el conflicto manda. Por la misma regla, algunas de las familias que vemos arruinadas desde el principio de la historia se podrían haber arreglado, por ejemplo, la del pobre de la calle, agorero de las ruinas matrimoniales. Eso sí hubiera sido un buen giro, eficaz e inesperado.
Cita cinematográfica obligada para echarse unas risas con los más peques, sin muchas más pretensiones, pero con chapuzones, empujones, atracones delirantes y carcajadas aseguradas, lo que no es un mal plan con los niños para una tarde de calor de verano.
Javier Figuero