Crítica
Público recomendado: +18
Llega a los cine patrios Valle de sombras -interesante thriller psicológico español del joven y premiado cineasta madrileño de 53 años, Salvador Calvo (1898: Los últimos de Filipinas, 2016; Adú, 2020)- que tras presentarse en los festivales de cine de San Sebastián y de Almería, el filme es candidato a tres merecidos premios Goya: mejor dirección de producción, mejor maquillaje y peluquería, y mejores efectos especiales. De nuevo, Calvo ha contado con el escritor cubano de su misma edad, Alejandro Hernández (Todas las mujeres, 2013) -con quien trabajó en Adú– para la elaboración del guion. Distribuye en salas Buenavista.
Por su lado, Valle de sombras se ambienta en la cordillera del Himalaya en 1999, que recuerda en gran manera al documental Himalaya, la infancia de un jefe y que precisamente rodó el cineasta francés Eric Valli el mismo año en el que se ambienta Valle de sombras. En la película de Salvador Calvo, el argumento arranca a partir de un cambio de planes repentino -playa por montaña- y hasta aquella zona del norte de la India viajan Quique (Miguel Herrán), su novia Clara (Susana Abaitua) y pequeño Lucas (Iván Renedo), hijo de Clara, para curarse las heridas de un suceso doloroso que cambió el sentido de sus vidas.
Allí, una noche mientras duermen y durante una tormenta, sufren el violento ataque de unos extraños. Por suerte, a Quique le rescata un nativo que le trasladará a una aldea inhóspita. Incomunicado y aislado en las montañas, permanecerá recluido en ese lugar hasta la llegada del invierno. Su única vía de escape es el río helado. A partir de ahí su viaje de vuelta será una sucesión de penalidades que pondrá a prueba a nuestro protagonista a todos los niveles.
Inspirada en varias historias reales y en cómo una zona concreta del Himalaya y la India se ha convertido en una especie de Magaluf de jóvenes -pero bastante menos exótico que la isla de Mallorca- que van a esa región porque crece marihuana de forma natural, por las aguas terminales de esa zona. Todo ello ha propiciado que se genere una especie de Triángulo de las Bermudas de la India, por la cantidad de gente que desaparece.
Salvador Calvo, como ya demostró con creces en 1898: Los últimos de Filipinas, capta las esencias fundamentales del cine de aventuras y también sabe en Valle de sombras cómo dotar a la película de grandes dosis de realismo y credibilidad, que es el resultado de una muy buena planificación de muchas de las escenas que narra la aventura. En este sentido, el trabajo con el diseño de fotografía es excelente, así como el de maquillaje -bien sea manual o a través de recreación digital- y sin olvidarnos del talento de Roque Baños con la banda sonora, que confiere a la película un muy eficaz tono de dramatismo asfixiante.
Todas estas proezas técnicas se complementan con lo más interesante del filme, que tiene que ver con la transformación radical que experimenta Quique, por un lado, así como con el modo con el que Salvador Calvo consigue transmitir con verosimilitud el choque cultural entre Oriente y Occidente y sus abismales diferencias con todo tipo de costumbres, a saber, la religiosidad explícita o las cuestiones relacionadas con el sufrimiento. En este sentido, no obstante, no se aprecia ningún interés por el director de ofrecer una mirada hacia el catolicismo más pura y no exhibida de refilón, que solo se acentúa como concepto cultural, a pesar de las numerosas reflexiones que se mantienen en este sentido, bien dialogadas y con algún contenido reseñable.
En cuanto al apartado actoral, Miguel Herrán -tras su exitoso paso por la serie televisiva La casa de papel o su vibrante trabajo en Modelo 77– sigue demostrando lo buen actor que es, incluso podría decirse que en Valle de sombras realiza la más profunda de sus interpretaciones. El resto del elenco está a la altura de unos personajes con menos fuerza dramática, pero que no desdicen del tono general de la película.
Nos hallamos, pues, ante una cinta con buenos acabados formales y de fondo, fresca, contenida y contemplativa, narrada en formato clásico a la que, tal vez, le sobre metraje y le falte algo de potencia en su hondo conflicto.
José Luis Panero