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Vidas pasadas

Crítica

Público recomendado: +16

 

 

En la primera secuencia de la película vemos a tres personajes en la barra de un bar, mientras oímos a unos observadores, fuera de plano, haciendo conjeturas sobre quiénes serán. En realidad la escena se corresponde con el final de la película, cuando el espectador ya ha conocido a Nora, su marido Arthur y Hae Sung, su amor de infancia.

Esta estructura circular está llena de significado, es la expresión plástica del «in-yeon» (o «in-yu»), palabra coreana que hace referencia a la reencarnación y la predestinación. En el caso de Nora y Hae Sung, es como si en vidas pasadas ya hubieran estado conectados, pero no estaban todavía destinados a permanecer juntos. Es el eterno retorno de un amor que no acaba de cristalizar, por eso la primera escena es, en realidad, la última de la etapa anterior.

Como una nueva etapa y una nueva oportunidad de esa conexión predestinada, se desarrolla una de las películas más hermosas y tiernas de los últimos tiempos, que narra la historia de Na Young y Hae Sung, dos niños compañeros en la escuela y amigos del alma, en Seúl. Entre ellos nació el primer enamoramiento de sus vidas (tal vez resurgimiento de un amor en otras vidas), hecho de inocencia e ingenuidad. Eran dos amigos que competían por sacar mejores notas, compartían juegos, risas y confidencias. Hae Sung conocía el secreto de Na: quería llegar a obtener el Premio Nobel de literatura.

Pero los padres de Na –él un director de cine exitoso y ella una artista plástica reconocida– decidieron emigrar a Canadá y todo cambió, hasta el nombre de Na, que pasó a llamarse Nora. Los dos amigos quedaron desconectados durante doce años. Hasta que, tras la reciente muerte del padre de Nora y casi por casualidad, o, tal vez, por el karma, o por un destino que no se podía controlar, vuelven a encontrarse e inician una relación a través de Internet, que Nora acaba interrumpiendo.

Más adelante, la joven conocerá a Arthur otro escritor como ella, que acaba convirtiéndose en su marido, mientras también Hae Sung ha encontrado a su pareja. Al cabo de otros doce años desde que se encontraron en las redes, Hae Sung visita Nueva York. Y se produce la escena en el bar, que nos remite a la rueda de repeticiones.

Prometedor debut cinematográfico como directora y guionista de Celine Song, dramaturga coreano-canadiense residente en los Estados Unidos. La película cuenta con la fotografía de Shabier Kirchner y la música de Chris Bear y Daniel Rossen, que consiguen crear el ambiente adecuado para una historia tan delicada, sin caer en ningún momento en un exceso almibarado.

Los tres personajes están muy bien perfilados y el trabajo actoral de Greta Lee, estadounidense de origen coreano, Tee Yoo, surcoreano nacido en Alemania, y el norteamericano John Magaro es sencillamente impecable.

Es una película maravillosa, con un desenlace original, de una gran belleza poética y visual.

Mariángeles Almacellas

https://www.youtube.com/watch?v=tINUmaEN-8M

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