Crítica
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Cuando Steven Spielberg anunció su intención de rodar una nueva versión de West Side Story, se dispararon las muestras de incredulidad y escepticismo. La película de 1961 es uno de esos clásicos intocables, de modo que Spielberg se metía en un proyecto en el que tenía poco que ganar y mucho que perder. Sorprendentemente, el director no solo ha salido airoso del desafío, sino que ha mejorado las expectativas más optimistas, logrando ponerse a la altura (o incluso por encima) de la versión de Robert Wise y Jerome Robbins.
En la Nueva York de los años 50, dos bandas rivales, los Jets (de origen polaco) y los Sharks (portorriqueños), pelean por el control de sus zonas, amenazadas por nuevos planes urbanísticos. Tony (el mejor amigo del líder de los Jets) y María (hermana del líder de los Sharks) se enamoran perdidamente, encontrándose en medio de una escalada de la violencia entre las dos bandas.
La actitud de Spielberg al acercarse a West Side Story no ha sido la de una reverencia paralizante respecto a la película de 1961. Al fin y al cabo, aquella estaba a su vez inspirada en una obra musical de Broadway, y algunos de los implicados en ella (como el letrista Stepehen Sondheim, que antes de morir apoyó de forma entusiasta la película de Spielberg) no habían quedado satisfecho con aquella primera adaptación.
Spielberg sí incluye algún guiño respetuoso a la película de Robert Wise, pero afronta su versión con una libertad muy refrescante. Y es que esta versión tiene un planteamiento más cinematográfico, orgánico y realista. Mientras la película de 1961 mantenía ciertos elementos teatrales, Spielberg libera la cámara y los espacios para ofrecer una visión mucho más cercana a lo que podría haber sido concebido como una película en su origen.
También hay que destacar que los protagonistas resultan mucho más verosímiles en sus papeles. Natalie Wood tenía un encanto especial, pero nunca fue creíble como portorriqueña, ni como adolescente. Lo mismo se podría decir de Richard Beymer, al que resulta difícil de imaginar como pandillero y adolescente.
Ansel Elgort y Rachel Zegler, por el contrario, encarnan a la perfección sus papeles, dotando de credibilidad a esta historia de amor instantáneo adolescente (al fin y al cabo, West Side Story siempre ha venido a ser una versión urbana y moderna de Romeo y Julieta). Spielberg ha recuperado del reparto original a Rita Moreno, pero su participación no se limita a un simple cameo nostálgico, sino que su personaje tiene peso y su lugar en la historia.
Spielberg también ha añadido un marco histórico con las demoliciones y planes urbanísticos, lo que da a los personajes un horizonte más incierto, y de esa manera, su desesperada entrega a la violencia resulta más entendible.
Esta nueva West Side Story es un deleite para el cinéfilo, con una magistral puesta en escena, repleta de ideas visuales, impecable fotografía, ambientación, coreografía y orquestación. Una explosión de talento que consigue el milagro de hacer nueva una historia que estaba ya impresa en nuestra memoria a través de las imágenes de Wise y Robbins.
Una cita ineludible para disfrutar en sala y pantalla grande estas Navidades.