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Dinero Sucio

Crítica

Público recomendado: +18

Normalmente la investigación periodística se cuece en los formatos del documental y del reportaje. Sin embargo, en este caso, esta serie documental -en la que se denuncian seis fraudes empresariales con repercusión mundial- se mueve a caballo entre el reportaje y el ensayo, abusando de una interesante falta de purismo. Esa mezcolanza narrativa parece aportarle un toque de creatividad inesperada a los contenidos, a la par que pone de manifiesto un incisivo sesgo ideológico alternativo al stablishment de la política nacional estadounidense y que opera en paralelo al convencionalismo liberal.

Los seis fraudes presentados demuestran una selección cuidada de los verdugos y de las víctimas. De hecho, no sólo aparecen en escena los testigos del fraude o las víctimas, sino que se da voz a los investigadores previos de la causa y se pone en práctica la estrategia de presentar también a los acusados del delito, como parte de los testigos del caso de fraude. Este recurso proporciona lógicamente un destacado aire de objetividad a cada uno de los proyectos. Porque se acaba concluyendo que cada uno de los documentales es una pieza que sintetiza lo sucedido y la verdad de lo sucedido. Junto a las maniobras retóricas, la mini-serie destaca por estar bien rodada y por sus extraordinarios recursos de producción.

El primer capítulo aborda el descubrimiento del engaño de la Volkswagen con las emisiones ilegales de sus coches con motor “Diesel limpio” o TDI, denunciadas tempranamente y por una curiosidad positiva por un comité ecologista en Estados Unidos. En segundo lugar, la serie desarrolla el fraude de las empresas de préstamos a corto plazo en internet, que operaban bajo empresas pantallas de titularidad india, como una manera de evadir el pago de impuestos y las leyes federales. En el caso del tercer documental, el foco se pone sobre las operaciones de venta y compra rápida de empresas farmaceúticas que inmediatamente después de ser absorbidas por Valeant (una farmaceútica en banca rota que decide emerger de sus cenizas a cualquier precio), encarecían sus fármacos para aumentar sus ganancias de manera exponencial. De las farmacéuticas, la producción ejecutiva de esta mini-serie documental (en manos de Alex Gibeny) se traslada al mundo del narcotráfico para investigar la relación entre The Hong Kong and Shangai Banking Corporation (HSBC) y los cárteles mexicanos. En este caso, el HSBC fue condenado por el blanqueo de millones de dólares procedentes del tráfico de drogas, de fraude fiscal y de contribuir a una organización criminal. Después de presentar los hechos de una alianza tan peligrosa como la que vinculó el mundo de las finanzas con el del crimen organizado, la serie se detiene en un robo que podría calificarse incluso de divertido, si no estuviéramos hablando de 18 millones de dólares por sirope de arce, el producto básico de la vida culinaria canadiense. Por último, en el ojo del huracán aparece un Donald Trump, acusado de “charlatán”, de ser un producto de márketing, cuya popularidad se basa en la creación de una marca exitosa que es él mismo, representando un papel que gusta por su ambición y éxito, y con ello, ha sabido ganarse la confianza del pueblo americano. El objetivo del documental consiste en desenmascarar su estrategia.

Cada uno de los seis directores que trabajaron en este proyecto cuenta con una notable experiencia como documentalistas. Sin embargo, y con una clara ventaja sobre sus colegas, destaca Alex Gibney, como productor ejecutivo y director del primer episodio “Emisiones de Nox”. Su dilatada carrera como documentalista le ha situado en ocasiones a la cabeza de los documentalistas estadounidenses y en la orquestación de esta serie de la productora Jigsaw Productions (en cuyos recientes proyectos se ha visto involucrado en la denuncia de fraudes y experimentos cientifistas como el que le colocó al lado del mismísimo Spielberg, en una investigación sobre las emociones y su poder en Why We Hate, para Discovery). Junto al experimentado y reivindicativo Alex Gibney, destacan Jesse Moss, que dirige el segundo de los episodios “Préstamos a corto plazo”; Erin Lee Carr, quien dirige el tercer episodio “Venta en corto y farmacéuticas”; por su parte, Kristi Jacobson dirige el cuarto episodio, titulado “El banco de los cárteles”; Brian McGinn dirige “El robo del sirope de arce” y, por último, Fisher Stevens dirigirá “El charlatán”.

Sin embargo, la lógica de desarrollo de proyectos de  Netflix, que la conduce a veces a promocionar sus temas, primero a través de la información para luego pasar a la producción de una ficción sobre el mismo tema, pero desde distinto ángulo, ha promovido también la inquietud por reivindicar la verdad del director de cine Steven Soderbergh (ganador del Óscar por Traffic, 2000), quien escoge un estilo figurado y metafórico para realizar una comedia cínica sobre el caso de los “Papeles de Panamá”. En la película (pues también existe el precedente de la serie-documental, en la misma plataforma de Netflix en 2018), se cuenta cómo una viuda de Texas tira del hilo de la gran estafa de las “empresas pantalla”.

La cuestión de fondo y que más interpela al espectador en esta historia es la injusta impunidad de los delincuentes. Cuando se juega con el dinero de la gente, se le engaña y los delincuentes se salen con la suya, la indignación es aún mayor que la pérdida económica. Basándose en el libro de Jake  Bersntein, Soderbergh y su equipo explican el proceso del entramado de relaciones que protege a estos 15 millones de millonarios que escondieron sus fortunas en paraísos fiscales. Esa red es tan fuerte que además de evadir los impuestos, evaden las penas de prisión que suponen. Éste es el caso que se cuenta. Apoyándose en la interpretación de grandes actores como Meryl Streep, en el papel de la viuda; como Antonio Banderas en el de Fonseca, uno de los dos abogados socios que organizaron el fraude desde Ciudad de Panamá y como Gary Oldman, en el del socio Mossack, el otro implicado en el delito, se traslada una opinión que rompe la cuarta pared para apelar directamente a la audiencia. Junto a la ruptura de la cuarta pared, Soderbergh se apoya en otros recursos estilísticos, como gráficos, fabulaciones, historias paralelas que, en ocasiones, sacan de la historia, y por ello son menos acertados porque despistan al espectador.

Por lo tanto, el tema es muy interesante y grave. Pero la resolución, guiada desde el inicio con saltos narrativos, resta un poco de credibilidad a la historia, pues más que centrar al espectador sólo y exclusivamente en la investigación periodística, como se hace en la mini-serie, la película intenta presentar el perfil de los millonarios que se guiaron por la ambición engañando a la gente corriente y sus estados respectivos.

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